Vuela mi voz de cálido latido,
entre arrullos de astrales sentimientos,
mientras engendra excelsos pensamientos
que llevan el amor a ellos cosido.
Cualquier lucero nunca es elegido
por los dos ríos, savia de sarmientos
alegres, con feraces rendimientos
de fuentes que sotierran el olvido.
Hijos del mundo, amad a vuestros soles
radiantes, que iluminan, con ternura,
vuestros primaverales girasoles.
Hijos, dejad, por fin, la noche oscura
que destroza, con hielos, vuestros roles,
en la vida, que os colma de dulzura.